EL ALCOHOL Y LAS DROGAS DURANTE LA PANDEMIA POR COVID-19
Med-Galenus
Psiquiatría
Medicina General
INTRODUCCIÓN
La enfermedad por Coronavirus 2019 (COVID-19) se ha asociado con diversos desafíos relacionados con la morbilidad y mortalidad causadas tanto por la misma enfermedad como por sus consecuencias en la salud mental de la población mundial. Dicho lo anterior, y hablando en términos de psicopatología, se conoce mediante estudios previos de fenómenos globales y epidemias antiguas que, durante dichas crisis, se tiende a reportar un aumento en las tasas de consumo de cualquier sustancia.
Además, estos hallazgos notoriamente también se reportan en poblaciones más jóvenes, como los adolescentes, situación importante a considerar durante el distanciamiento social y aislamiento prolongado de la actual contingencia sanitaria. Por lo tanto, no está de más el considerar que los cambios sociales y económicos provocados por esta pandemia, en conjunto con las dificultades tradicionales de acceso y adherencia al tratamiento en poblaciones que consumen sustancias, abre la discusión respecto a las medidas y estrategias específicas de atención y prevención del consumo en este grupo vulnerable. Por este motivo, a continuación, se presenta una revisión general sobre el panorama actual del consumo de sustancias en el mundo y en nuestro país a lo largo del transcurso de la pandemia por COVID-19.
GENERALIDADES SOBRE EL CONSUMO DE SUSTANCIAS Los trastornos por uso de sustancias, conocidos anteriormente como adicciones, son constructos complejos en los que los pensamientos, conductas y emociones de un individuo se ven afectados por factores biológicos, psicológicos y sociales, los cuales conducen a malestar psicológico o disfunción en diferentes esferas de desempeño de la persona.
Por lo general, se acompañan de daños considerables a las personas con estos padecimientos y a la sociedad en conjunto. Aunque existen tratamientos basados en la evidencia para atender estos padecimientos, también existe una gran brecha entre el número de personas quienes los padecen y las que reciben atención en salud. Estos padecimientos existen en un espectro de gravedad, determinado por interacciones complejas entre los efectos de la sustancia y otros mecanismos psicosociales particulares del individuo que las utiliza y de su entorno (p. ej., el acceso a la sustancia y las expectativas del uso de esta, es decir, el efecto deseado).
Su sello distintivo es la pérdida de control y su uso compulsivo a pesar de las consecuencias negativas en la salud y en la sociedad. Demográficamente, el uso de múltiples sustancias se ha asociado con algunos factores muy específicos, como el maltrato infantil, el bajo nivel educativo, la pobreza y el sexo masculino. El uso de alcohol y drogas se relaciona con tasas más altas de conductas delictivas, arrestos, encarcelamiento y problemas médicos, económicos y legales. En fechas recientes, las Naciones Unidas reportaron que aproximadamente 35 millones de personas en todo el mundo padecen algún trastorno por consumo de sustancias. Las consecuencias médicas y psicológicas adversas asociadas con el consumo de sustancias suelen ser más graves en las mujeres, aunque el consumo a menudo se identifica con mayor frecuencia en los hombres. Además, el riesgo de morbilidad y mortalidad de los trastornos mentales aumenta con el abuso de sustancias.
EL CONSUMO DE SUSTANCIAS DURANTE LA PANDEMIA
Se sabe que el consumo crónico de tabaco, alcohol y otras sustancias se relaciona con el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, pulmonares y metabólicas, todas las cuales son factores de riesgo de mal pronóstico en infecciones por COVID-19. Por lo tanto, se piensa que las personas que consumen sustancias pueden tener un mayor riesgo de presentar resultados poco favorables ante el desarrollo de esta enfermedad y deben de ser un foco de atención particular durante esta pandemia. Además, conocemos que las personas que padecen trastornos por uso de sustancias tienen mayor riesgo de hospitalizaciones por esta infección y mayor uso de respiradores mecánicos, lo que se traduce en un aumento en la mortalidad. Asimismo, un estudio reportó que las personas con antecedente de sobredosis tenían más probabilidades de tener al menos tres afecciones crónicas (enfermedad pulmonar crónica, diabetes y enfermedad coronaria) y peores desenlaces de gravedad al contraer COVID-19.
A más de 1 año del inicio de la pandemia, la gran mayoría de los datos respecto al consumo de sustancias durante la contingencia sanitaria se centra en el alcohol y en el tabaco y, debido a la evolución constante de esta pandemia, existe poca información sobre los efectos de otras sustancias, como opioides, cannabis y cocaína así como sus resultados adversos en el contexto de infección por el virus de la COVID-19. Otra situación importante que debe considerarse es la existencia de determinantes sociales específicos asociados con el uso de sustancias que se han presentado con los cambios políticos, económicos y sociales suscitados durante esta pandemia. Es decir, a menudo se ha visto que el consumo de sustancias suele ser colectivo (p. ej., el compartir pipas, jeringas o reunirse para beber alcohol) y estos actos por sí mismos pueden contribuir a la propagación de la COVID-19.
Adicionalmente, y como se mencionó con anterioridad, se debe tomar en cuenta que algunos usuarios de sustancias tienden a vivir con pocos recursos económicos, viviendas inestables y con acceso limitado al agua limpia, lo que también aumenta su riesgo de contraer la infección. Asimismo, se ha observado que algunas medidas de mitigación de salud pública ante esta pandemia, como el distanciamiento físico, la cuarentena o el aislamiento prolongado, pueden exacerbar la sensación de soledad y aburrimiento, lo que predispone al consumo de sustancias con fines de regulación emocional y a la aparición de síntomas de abstinencia.
Por desgracia, el estigma negativo asociado con el consumo de sustancias y su discriminación subsecuente puede disuadir a las personas de buscar atención médica durante esta crisis sanitaria. De hecho, se ha reportado que el estigma se encuentra incluso entre los mismos trabajadores de la salud, ya que está descrito que las personas que acuden a sitios que brindan atención en salud y que refieren el uso de sustancias pueden no recibir atención prioritaria inclusive en el caso de manifestar síntomas de COVID-19.
En México, el primer caso de esta enfermedad se registró el 27 de febrero del 2020 y las medidas de aislamiento social se implementaron al poco tiempo, es decir, alrededor del 23 de marzo del mismo año. Durante los primeros meses de la pandemia se publicaron resultados de una encuesta telefónica nacional realizada por el Instituto Nacional de Salud Pública, los cuales exponen que, durante el encierro, aproximadamente el 12% de población consultada aumentó su consumo de alcohol, en tanto que el 39% lo disminuyó y el 48% no reportó cambios en cuanto al consumo previo. Por desgracia, a la fecha se conoce poco respecto al patrón de uso de otras sustancias y sus consecuencias en poblaciones mexicanas y este continúa siendo un fenómeno en estudio en el territorio nacional.
MODELOS ACTUALES DE ATENCIÓN FRENTE A LAS ADICCIONES D
URANTE LA PANDEMIA POR COVID-19
Muchos programas de tratamiento de adicciones se detuvieron debido a las recomendaciones de distanciamiento físico a los pocos días de la declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud. Aquellos que permanecieron abiertos redujeron sustancialmente el ingreso de nuevos pacientes o comenzaron a brindar atención de forma remota.
Esto es preocupante, ya que se sabe que los programas psicosociales son el pilar de la atención de esta población vulnerable y los mejores resultados se observan entre quienes participan y permanecen en tratamiento durante períodos prolongados. También se reconoce que los grupos de apoyo como Alcohólicos y Narcóticos Anónimos tradicionalmente trabajan en persona. Sin embargo, en el contexto de la COVID-19 y del distanciamiento social resultante, curiosamente se ha visto un incremento en la creación de programas de apoyo mutuo a través de plataformas en línea. A pesar de ello, los obstáculos normativos y políticos para los pacientes con estos trastornos se intensifican en tiempos de crisis, lo que dificulta que los proveedores de atención médica consideren las necesidades de estas personas. Dichas dificultades han interrumpido el tratamiento de los pacientes, en particular cuando estos comienzan a experimentar síntomas de abstinencia en el contexto del aislamiento prolongado. De hecho, algunos investigadores han abierto el diálogo con las instancias nacionales o internacionales pertinentes para que se relajen algunas reglas y regulaciones que impiden que los pacientes reciban tratamiento.
No obstante, esta situación continúa siendo complicada, puesto que muchos países difieren respecto a los marcos legales y regulatorios de la organización de los sistemas de atención a las adicciones.
Lo que es llamativo es que el tratamiento de estas personas está reconocido a nivel internacional como un servicio esencial que debe mantenerse incluso en caso de desastre o pandemia, situación que no necesariamente se ha cumplido a lo largo de la crisis sanitaria. Por ejemplo, en Estados Unidos, la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias emitió una guía para permitir una administración más segura de metadona durante la contingencia; en esta se sugiere reducir el número de visitas de tratamiento ambulatorio, aumentar el uso de telesalud y ampliar el alcance del tratamiento ambulatorio para esta población vulnerable.
A su vez, otros países han creado programas de capacitación dirigidos a médicos, personal de enfermería y de trabajo social y orientados a la atención de sujetos con consumo de sustancias durante esta pandemia.
Respecto a medidas no necesariamente médicas, se ha visto que algunas jurisdicciones han mantenido abiertas las licorerías para evitar disturbios masivos y evitar la predisposición a la abstinencia de alcohol entre las personas dependientes de esta sustancia. También ha habido cierta preocupación de que el acceso limitado a los comercios provoque una recaída en el tabaquismo y que, de manera similar, la interrupción en el suministro de cannabis, en particular entre los consumidores diarios, aumente la abstinencia y sus efectos. Dicho todo esto, no es de extrañar que mucha información científica y anecdótica cambie día tras día, sobre todo considerando el contexto sociocultural, político y médico que es dinámico y depende de la situación actual internacional conforme a la evolución de esta pandemia.
RECOMENDACIONES EN CUANTO A PRIMER NIVEL DE ATENCIÓN Y AL PÚBLICO EN GENERAL
Es importante detectar los problemas que podrían estar relacionados con el consumo de la sustancia, ya sea que estén mediados de manera directa o indirecta. La gran mayoría de la población reconoce los síntomas relacionados con la intoxicación por alcohol como un comportamiento inapropiado (p. ej., de tipo sexual, agresivo o juicio alterado), relacionado con habla pastosa, incoordinación y alteraciones de memoria; y que, si son graves, pueden conducir hasta un estado de coma. Por otro lado, las mismas consecuencias derivadas de un trastorno por consumo de alcohol o consumo perjudicial de este pueden llevar a la persona a dejar de consumir súbitamente la sustancia y presentar síntomas de abstinencia, que en algunas personas puede llegar a producir síntomas de gravedad, como son alucinaciones o crisis convulsivas.
Dado que estos últimos síntomas pueden poner en riesgo la vida de la persona, es importante que la población general reconozca este riesgo, así como los beneficios de buscar atención a esos problemas para que un tratamiento médico prevenga dichas complicaciones y que, de existir, no produzcan más secuelas o dificultades en el individuo. Una persona se puede beneficiar de una valoración médica, psicológica o psiquiátrica para iniciar un tratamiento enfocado a su salud mental, ya que hay varias intervenciones psicoterapéuticas y farmacológicas que pueden cambiar su vida y la de quienes la rodean.
AUTOEVALUACIÓN DEL CONSUMO DE ALCOHOL
La mejor forma de saber si el consumo de alcohol está provocando problemas es mediante el autorreconocimiento. A continuación compartiremos el cuestionario AUDIT-C, el cual es útil tanto para ser llenado por cuenta propia como para ser usado por el personal de salud para interrogar a pacientes sobre su consumo de alcohol y estratificar si alguien se puede beneficiar de alguna intervención.
Este cuestionario consta de 10 preguntas a las que se asigna una puntuación del 0 al 4. Al sumar los puntos obtenidos en cada pregunta se obtiene un puntaje que ayuda a determinar qué tipo de atención le puede beneficiar más en este momento.
CONCLUSIONES
En esta revisión analizamos la literatura relevante sobre la compleja interfaz entre la pandemia generada por COVID-19 y el consumo de sustancias, destacando las susceptibilidades y vulnerabilidades de las personas con estos trastornos. Basándonos en la evidencia disponible, examinamos las posibles implicaciones económicas, de salud pública y sociales de la pandemia y su vínculo con esta categoría de trastornos, proporcionando una visión general de este fenómeno y considerando tomar en cuenta a los enfoques de las políticas actualmente recomendadas y las soluciones propuestas por diversas instancias internacionales, así como su impacto resultante en los sistemas económicos y de salud. De antemano acotamos que, aunque por fortuna existe mucho trabajo anecdótico sobre el uso de estas y su relación con la actual contingencia sanitaria, se destaca que realmente hay pocos estudios publicados que desarrollen a profundidad este fenómeno interconectado. Además, el contexto de la pandemia cambia con rapidez, lo que probablemente está afectando el abordaje y estudio sobre cómo el uso de sustancias evoluciona durante esta crisis internacional. Señalamos que estos trastornos son fenómenos biopsicosociales complejos. Su desestigmatización por parte de los formuladores de políticas y los profesionales es un componente esencial que debe ser tomado en cuenta para generar estrategias integrales multisectoriales que aborden y cumplan las necesidades de esta población vulnerable.
De hecho, la pandemia por COVID-19 se puede considerar como una situación de gran oportunidad, la cual presenta espacios para crear o adoptar nuevas políticas de beneficio social; por ejemplo, pasar de sistemas fragmentados de atención de la salud y de adicciones a sistemas de atención integrales. Al mismo tiempo, consideramos que esta contingencia puede acelerar la investigación en el área de la atención médica a distancia y en la creación de intervenciones novedosas de salud digital, como se ha descrito previamente en algunos estudios. Esto es importante, ya que sólo entonces será posible brindar una atención sanitaria y social equitativa a las personas con estos trastornos para que puedan contar con servicios de atención que sean eficientes y resilientes ante futuras crisis internacionales.
Aunque quizá es demasiado pronto para estudiar el impacto psicológico de la pandemia en las díadas entre pacientes y trabajadores de la salud dentro de los sistemas de tratamiento de salud mental y adicciones, creemos que es importante considerar a la subjetividad de esta población vulnerable y comenzar a cuestionar a los pacientes cómo perciben la afectación de su relación terapéutica y en el resto de sus vidas. Escuchar la voz de las personas que utilizan estos sistemas de atención de salud mental es importante no sólo para mejorar la comprensión de sus preocupaciones, sino que también proporciona una perspectiva única y útil sobre una de las piedras angulares del tratamiento del consumo de sustancias: la alianza terapéutica. Esto es de especial importancia, ya que además de los riesgos patológicos que enfrentan los pacientes con uso de sustancias, los comportamientos de alto riesgo pueden ponerlos en un peligro aún mayor en la pandemia y estas intervenciones pueden ser críticas para prevenir sus desenlaces negativos, como el suicidio, un desenlace significativamente más alto en comparación con la población general.
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